La obra de Ana Mattioli se sumerge en los intersticios de la memoria, en un movimiento pendular entre el pasado y el presente, cuya oscilación va dando lugar a una serie de obras que articulan en conjunto una poética que asume el devenir y el aquí y ahora como dos caras de una misma moneda.
El archivo y el viaje – como concepto y como experiencia – constituyen la materia prima de su producción, que indaga en su biografía personal para pensar el carácter procesual de la vida, como un itinerario inmerso en lo ineludiblemente contingente y del que nadie parece salir indemne. Los títulos elegidos por la artista - algunos de ellos tomados de canciones - dan cuenta de esta dualidad: Llegadas y partidas, Maleta-valija, Sin fin, encuentran su contrapunto en Tres heridas y Socorro, dos videopoemas que, aunque no parecen hablarnos de lo mismo, dejan al descubierto la intemperie como el estado natural de nuestra existencia.
Este movimiento vital y lo que potencialmente involucra, subyacen en los zapatos que, como signo - en su acepción de indicio, síntoma o señal de algo -, emergen en su obra siempre dispuestos a dar un paso o a punto de darlo, recién utilizados o a punto de serlo, pero nunca en un estado de reposo que dé lugar a entrever la detención de la acción.
Cada itinerario que la artista parece invitarnos a pensar o imaginar, tiene en potencia la función evocativa de una narración. Como si se tratara de una reflexión difusa – en la que un rayo incidente es reflejado en muchos ángulos -, el espectador se ve interpelado a evocar su propia narración, aquella que, mediante su automovimiento, fue trazando en su propio devenir una cartografía personal.
El declarado dinamismo que subyace en el interior de su trabajo, encuentra un paralelismo en el modus operandi de Mattioli y la consecuente materialidad de sus obras. La artista se vale tanto de la pintura - en un formato tradicional como el óleo sobre tela - como del video y la poesía, que combina, en algunos casos, con imágenes del archivo fílmico familiar.