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El inconsciente que nunca renuncia

 

Intromisiones en la obra de Ana Mattioli Jacobs
María Lightowler, Agosto 2017

Exposición en Galería Modos. 2017, Buenos Aires


Viajar es moverse de un lugar a otro.  No es una acción binaria. No es moverse de UNO a OTRO, sino de UNOS a OTROS. El viaje tampoco es necesariamente físico, se viaja con la cabeza, con el alma, con el espíritu.
Los viajes implican necesariamente, movimiento. A veces se retorna al origen inicial, a veces ese traslado es definitivo. En otras ocasiones la temporalidad de esa permanencia, es extensa.

Ana Mattioli, transitó todas esas instancias, durante los años que vivió entre Panamá y Argentina.


Así, desde los inicios de su producción -desde su trabajo como publicitaria, llegó al dibujo y luego a la pintura-, el concepto de permanente quedó vedado, ya que implica si o si, una inalteración, característica que el viaje excluye intrínsecamente como exigencia para que la experiencia sea completa.

Panamá era pensado en Argentina y Argentina en Panamá.
A veces los sitios son pensados in situ y, a decir verdad, aunque ella ya no viva más en Panamá, esta dualidad sigue siendo pensada en la obra, y no en un sentido nacionalista, o identitario geográficamente, sino desde, justamente el viaje, y la no permanencia.

Otro aspecto esencial de su obra, es el trabajo con el banco de imágenes que provienen de su entorno -familiar, social, cultural-, y también desde los sueños, ya que muchas de esas imágenes son soñadas con anterioridad a llegada a la tela pintada, y también con posterioridad, lo que implican un replanteo de la obra.

El inconsciente que nunca renuncia, es un trabajador incansable, se apropia de las imágenes reales y ficcionadas, sucedidas y soñadas, las retiene, las interpreta, transformando ese back up en memoria o archivo, según la ocasión. Mattioli opera desde este lugar, dando espacio a que su inconsciente se filtre, pero interfiriendo luego con la mirada minuciosa y detallista, que aporta lo racional. Esto puede verse en “Blower” y “Magritte Milennial”, si pensamos las obras como dos unidades en diálogo, hablan de lo autorreferencial y de lo general, al mismo tiempo.

En su obra, también es posible hablar de imágenes “civilizadas”: ¿acaso el inconsciente puede civilizarse Si lo que proponemos entonces, es una intermitencia entre lo racional/consciente y el inconsciente, entonces podríamos hablar de un mix entre lo domesticable y lo indomable.

Su imagen es siempre figurativa, y como dice Mariano Sapia - su maestro y mentor-, no queda enquistada en la anécdota, sino que la trasciende poniendo en tensión lo agradable de la imagen y de la situación en la que ésta transcurre, y la potencialidad de lo que propone como estrategia de cuestionamiento.
Así, la obra “Familia” (formato pequeño) se pone en conflicto con “La mesa” (formato grande), escabulléndose del lugar fácil de querer encasillarla como boceto, ambas obras proponen una situación donde la misma imagen es revisitada, años después y reformada, para ser pensada en otro contexto. Son dos obras, que se miran a sí mismas, cuestionándose su autoridad. Son espejos que maximizan o minimizan, según el lugar del que se elija estar.
Volver a una obra años después, retomar la imagen, la paleta, propone el desafío de querer seguir siendo ese mismo artista a pesar de las mutaciones que el propio devenir del camino artístico propone, y a la vez, ser otro.

Si nos metemos debajo de la mesa de esa familia que almuerza, aparece la serie “Llegadas y Partidas”. Un zoom al ras del suelo, nos muestra un desfile de diferentes modelos de zapatos, que se presenta en escenarios poco descriptos, y que de hecho no importan. Son otra vez, una metáfora de movimiento, de traslado. Todos esos pies, transmiten un dato: algo potencialmente sucederá o recientemente ha sucedido. Nuevamente, la anécdota queda de lado, y lo que interesa es justamente esa inquietud que posibilita la imagen.

En su lógica postura contemporánea, Ana Mattioli transita múltiples soportes. Así se incluye un video, una edición que intercala imágenes que, elocuentemente hablan de la vida familiar, y que a la vez y con nitidez, desarrollan una poética vinculada con la memoria, el archivo y el viaje. Una videopoesía

Cada pieza de la exposición, es un enunciado concatenado. Lo autorreferencial, trasciende lo personal, y habla de lo que nos atraviesa a todos. No es necesario conocer la vida personal de la artista, porque las obras manifiestan algo que va más allá de lo íntimo. Van en búsqueda de una empatía, quieren hablarnos del tránsito por la vida y de cómo abordar eso desde la óptica del arte.

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